John Gall

Sistemántica
Cómo Funcionan los Sistemas y, especialmente, Cómo Fracasan

(1975)

 



Nota

Durante los años 70, cuando la Teoría de Sistemas estaba muy en boga, apareció este texto para recordar a la gente que los grandes sistemas son propensos al fracaso y que no vale de nada confiar en sistemas cada vez mayores para resolver problemas cada vez mayores, puesto que dichos problemas son, muy probablemente, resultado de esos mismos sistemas.

Hacia el final del texto, John Gall introduce la brillante idea de que lo mejor para evitar la concentración de poder no es la dispersión del mismo (dado que el poder acostumbra a reconcentrarse a largo plazo), sino la dispersión de los objetivos del poder; por ejemplo, de los ciudadanos del mundo. Para hacer esto posible, defiende la introducción de dos nuevas Libertades:
• La Libre Elección de Territorio (Libertad de Distribución)
• La Libre Elección de Gobierno (Principio de Indeterminación Hegemónica)

Estas dos libertades muestran notables similitudes con la idea de Panarquía. Considerando que muchas otras voces han planteado la idea del Aterritorialismo y de la Libre Elección de Gobierno, parece que, sea cual sea la designación usada (Principio de Indeterminación Hegemónica o Panarquía o Poliarquía), nos encontramos ante una aspiración básica recurrente; y es hora de que quienes todavía están adoctrinados por los Estados territoriales tomen nota de la misma, porque es algo que no va a desaparecer. La alternativa es seguir con innumerables conflictos y enfrentamientos que terminan conduciendo al estallido de las supuestas guerras “civiles”.

 


 

Los estudiantes de Sistemántica General ya habrán comprendido que esta disciplina no ofrece fórmulas preparadas para solucionar los problemas de los sistemas, ni siquiera para problemas apremiantes como los Conflictos Armados entre Naciones o la Opresión Gubernamental. Los axiomas son demasiado básicos para su aplicación directa a situaciones prácticas, y la metodología de intervención, en todo caso, no se ha desarrollado lo suficiente. A lo sumo, se puede conseguir alguna pista para un método de aproximación en el que la Dificultad Intrínseca se especifique con la mayor precisión posible, de forma que se puedan probar distintas correcciones atrevidas e imaginativas. El riesgo de fracaso e incluso de catástrofe es muy elevado, y la empresa sólo debe abordarse cuando el mal presente esté muy claro y se estime que las consecuencias de que falle no serán más difíciles de soportar que la propia continuación de la situación original de insatisfacción.

Con estas reservas, podemos permitirnos un poco de especulación inofensiva sobre el sistema de Gobierno. Los Sistemas de Gobierno, actuando conforme a la Ley del Crecimiento, tienden a expandirse y a ser intrusivos. Cuando dicha intrusión tiene lugar sobre sus propios ciudadanos, da como resultado una tiranía; y cuando se produce sobre otros sistemas de Gobierno, se entablan conflictos bélicos. Si pudiera identificarse correctamente la Dificultad Intrínseca del Sistema de Gobierno, se podrían frenar o neutralizar esas tendencias en beneficio del Sistema de la Humanidad.

¿Cuál es la dificultad intrínseca de un Sistema de Gobierno? Reformadores anteriores, que identificaron como problema principal la concentración de poder en pocas manos, han tratado de mejorar las cosas mediante la dispersión de dicho poder. Esto funciona de forma temporal, pero gradualmente (Ley de la Gravedad de los Sistemas) el poder vuelve a concentrarse.

Un grupo disidente de Sistemánticos Generales, partiendo del principio de que hay convenciones muy difíciles de revertir, ha propuesto situar como centro del problema no la concentración del poder, sino la concentración de los gobernados en un único lugar en el que el Gobierno los tiene a todos a su alcance. No proponen la dispersión del poder, sino la de los objetivos del poder -los propios ciudadanos-.

Esto lo conseguirían proporcionando a los ciudadanos dos nuevas libertades, además de las tradicionales Cuatro Libertades [*]. Estas dos nuevas libertades, designadas apropiadamente como la Quinta y la Sexta Libertad, son:
(5) Libertad para elegir el Territorio (Libertad de Distribución)
(6) Libertad para elegir el Gobierno (Principio de Indeterminación Hegemónica)

Bajo la libre elección del Territorio, un ciudadano de cualquier país es libre de vivir en cualquier parte del mundo que escoja. Sigue siendo ciudadano del Gobierno que prefiera, al que paga impuestos y a cuyos representantes vota. Sin embargo, como implica el concepto de Libre Elección de Gobierno, en cualquier momento puede cambiar su ciudadanía y su lealtad, pasándola de un Gobierno a otro que ofrezca un sistema impositivo más atractivo, mejores pensiones, funcionarios públicos más interesantes o simplemente un estimulante cambio de ritmo (la cortesía común parecería requerir un aviso de dos semanas de antelación; el plazo estándar de aviso que cualquier empleador concedería a un empleado).

Con estas dos nuevas Libertades en vigor, podría esperarse que, tras un breve periodo de equilibrio, los ciudadanos de cualquier nación estarían distribuidos entre los ciudadanos de todo el resto de naciones -no necesariamente de forma aleatoria, pero lo suficiente para nuestro propósito, que es ponerles de una manera efectiva fuera del alcance de su propio Gobierno-. Un Gobierno difícilmente puede encerrar a un número elevado de sus ciudadanos en la cárcel si se tiene que poner a buscarlos, uno por uno, por medio mundo, y tiene que persuadir a otros Gobiernos de la justicia de su proceder. Reclutar ejércitos sería administrativamente imposible. Es más, las guerras de cualquier Gobierno contra otro se volverían impracticables, ya que una gran parte del “enemigo” estaría distribuida por todo el mundo, incluido el territorio propio.

El resultado neto de las dos nuevas Libertades sería la ruptura de la Concentración de los Gobernados, su división y distribución a lo largo de otros Gobiernos, un principio que llamaremos la Conminución de la Hegemonía. Si se practica a una escala global, podría conducir a cambios en la relación de los ciudadanos con sus Gobiernos, revirtiendo la polaridad tradicional y haciendo que sean los Gobiernos los temerosos, dependientes del favor o incluso de los caprichos de sus ciudadanos, en lugar de a la inversa. Conforme a los aspectos revolucionarios de esta propuesta, abordamos, por la presente, la siguiente cuestión formal:

Conminución del Mundo: ¿Amenaza o Promesa?

 


 

Nota

[*] Las Cuatro Libertades fueron formuladas por Franklin D. Roosevelt cuando era presidente de Estados Unidos, el 6 de enero de 1941. En un discurso también conocido como el Discurso de las Cuatro Libertades, FDR propuso cuatro libertades fundamentales de las que deberían disfrutar los seres humanos de cualquier parte del mundo:

1. Libertad de Expresión
2. Libertad Religiosa
3. Libertad para Vivir Sin Penuria
4. Libertad para Vivir Sin Miedo

 

(Traducido por Piluca Martínez Alonso)

 


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