Max Nettlau

Anarquismo: ¿Comunista o Individualista? Ambos

(1914)

 



Nota

Una vez más, Nettlau reafirma su postura en contra y más allá de cualquier sectarismo y faccionalismo. La Anarquía significa elecciones personales voluntarias y éstas pueden conducirnos a dónde queramos, bajo nuestro propio riesgo y responsabilidad.

 


 

El anarquismo ya no es una idea joven, y puede que sea hora de que nos preguntemos por qué, con toda la energía dedicada a su propaganda, no se extiende más rápidamente. Porque incluso allí dónde la actividad local es más intensa, los resultados son limitados, mientras hay ámbitos inmensos que hasta ahora no han sido afectados por ninguna propaganda en absoluto. Al discutir esta cuestión, no abordaré el tema del sindicalismo, que, por el hecho de absorber tanto de la actividad y las simpatías anarquistas, no puede considerarse que potencie la causa del anarquismo en sí, a pesar de otros méritos que pueda tener. También trataré de no repetir lo que propuse en otros artículos en años anteriores como posibles medios para incrementar la actividad de los anarquistas. Como mis consideraciones no se tuvieron en cuenta, no puede decirse, en ningún caso, que hayan obstaculizado el progreso de nuestras ideas.

Sólo consideraré las teorías del anarquismo; y aquí, durante mucho tiempo, me ha impresionado el contraste entre la amplitud de los objetivos del anarquismo -la mayor realización posible de la libertad y el bienestar para todos- y la estrechez, por así decirlo, de su programa económico, ya sea individualista o comunista. Me inclino a pensar que la sensación de que este fundamento económico es inadecuado —comunismo en exclusiva o individualismo en exclusiva, según la escuela— dificulta que la gente adquiera una confianza práctica en el anarquismo, cuyos objetivos generales resultan sin embargo atractivos para mucha gente que los ve como un hermoso ideal. Yo mismo siento que ni el comunismo ni el individualismo, si llegaran a ser la única forma de economía, harían realidad la libertad, que siempre requiere de la existencia de una variedad para elegir, de una pluralidad de posibilidades. Sé que los comunistas, si se les pregunta directamente, dirán que ellos no tendrían por qué poner ninguna objeción a los individualistas que quisieran vivir a su aire sin crear nuevos monopolios o autoridades; y viceversa. Pero esto rara vez se dice de una forma realmente abierta y amigable; ambas secciones están demasiado convencidas de que la libertad sólo es posible si se aborda su estrategia particular. Tengo que admitir que hay comunistas e individualistas para quienes sus respectivas doctrinas, por sí mismas, son del todo satisfactorias y no dejan ningún problema sin resolver (en su opinión); dichos aspectos, en cualquier caso, no afectarían a su lealtad de por vida a un ideal económico determinado. Sin embargo, éstos no deben imaginarse que todo el mundo está constituido según su modelo y que las posibilidades son que la gente se acerque a su visión o que se queden como adversarios “no recuperados” a los que no hay que mostrar ningún tipo de simpatía. Dejémosles y miremos a la vida real, que sólo es soportable siendo variada y diferenciada, a pesar de toda la uniformidad oficial. Todos vemos a los supervivientes del comunismo temprano, la multitud de mecanismos de solidaridad que existen actualmente, a partir de los cuales se pueden desarrollar nuevas formas de comunismo para el futuro; todo ello, frente al individualismo capitalista despiadado predominante. Pero si bien este miserable individualismo burgués creó un deseo de solidaridad que llevó al comunismo, ciertamente también generó un deseo por un individualismo genuino, libre, generoso, que ya no haría un mal uso de la libertad de acción para aplastar al más débil y formar monopolios, como ocurre hoy en día.

Ni el comunismo ni el individualismo van a desaparecer; y si en algún momento, por alguna acción masiva, se sentaran las bases de alguna forma ruda de comunismo, el individualismo se fortalecería más que nunca por oposición a aquél. En el momento en el que prevalezca un sistema uniforme, los anarquistas, si sienten sus ideas de corazón, darán un paso al frente y nunca se permitirán convertirse en defensores fosilizados de un sistema dado, ya sea éste el del comunismo más puro.

Entonces, ¿estarán siempre insatisfechos, siempre luchando? ¿no disfrutarán nunca de un descanso? Puede que se sintieran a gusto en una forma de sociedad donde todas las posibilidades económicas tuvieran pleno alcance; y entonces podrían dedicar su energía a la emulación pacífica y ya no a la lucha y la demolición continuas. Este deseable estado de cosas podría prepararse a partir de ahora si, de una vez por todas, los anarquistas comprendieran de una forma franca que el comunismo y el individualismo son igualmente importantes, igualmente permanentes; y que la exclusiva predominancia de cualquiera de ellos sería la mayor desgracia que podría ocurrirle a la humanidad. Nos refugiamos de la soledad en la solidaridad; si la compañía es demasiada, buscamos alivio en la soledad: tanto la solidaridad como el aislamiento, cada cual en el momento apropiado, suponen para nosotros libertad y ayuda. Toda la vida humana vibra entre estos dos polos en variedades interminables de oscilaciones.

Permíteme, por un momento, imaginarme viviendo en una sociedad libre. Ciertamente debería tener diferentes ocupaciones, manuales y mentales, que requiriesen fuerza o habilidad. Sería muy monótono si los tres o cuatro grupos con los que trabajase (¡porque espero que no haya sindicatos entonces!) estuvieran organizados exactamente igual; prefiero pensar que prevalecerían en ellos distintos grados o formas de comunismo. Pero ¿no podría yo llegar a cansarme de esto y desear un tiempo de relativo aislamiento, de individualismo? Entonces podría cambiar a una de las muchas formas posibles del "intercambio igualitario" que contempla el individualismo. Quizá las personas harían una cosa cuando fueran jóvenes y otra diferente cuando fueran más mayores. Aquellos que fueran meros trabajadores indiferentes puede que continuasen en los mismos grupos; quienes fueran eficientes perderían la paciencia si trabajasen siempre con principiantes y tirarían adelante por ellos mismos, a menos que una disposición realmente altruista hiciera que para ellos fuese un placer actuar como maestros o asesores de los más jóvenes. También creo que, al principio, debería adoptar el comunismo con mis amigos y el individualismo con los extraños, e ir modelando mi futuro según la experiencia. Así, un cambio fácil y libre entre un tipo de comunismo y otro, y, por tanto, entre distintos tipos de individualismo, etc, sería la forma más obvia y elemental de una sociedad realmente libre; y si cualquier grupo de gente tratase de controlar esto para hacer un sistema predominante, serían combatidos de una forma tan vehemente como la empleada por los revolucionarios que combaten el sistema actual.

¿Por qué entonces se dividió el anarquismo en dos secciones adversas: comunistas e individualistas? Creo que las habituales deficiencias humanas, de las que nadie está exento, son el factor que lo explica. Es algo bastante natural que el comunismo atraiga más a unos y el individualismo a otros. De esta forma, cada sección elabora sus hipótesis económicas con pleno ardor y convencimiento y, tarde o temprano, con sus convicciones fortalecidas por oposición, las considera la única solución y se mantiene fiel a ellas frente a todos. De ahí que las teorías individualistas durante aproximadamente un siglo y las colectivistas y comunistas durante unos cincuenta años adquirieran un grado de asentamiento, de certeza, de permanencia aparente que nunca debieron haber asumido, pues el estancamiento -ésta es la palabra- es la muerte del progreso. Apenas se hizo ningún esfuerzo para eliminar las diferencias entre las dos escuelas; por tanto, ambas tuvieron plena libertad para crecer, para generalizarse. ¿Con qué resultado? 

Ninguna de ellas pudo derrotar a la otra. Dondequiera que estén los comunistas, los individualistas surgirán desde su mismo centro; aunque ninguna ola individualista es capaz de derrocar las fortalezas comunistas. Mientras aquí existe aversión o enemistad entre gente con una visión en realidad muy cercana, a pesar de ello, vemos al comunismo anarquista casi borrándose a sí mismo ante el sindicalismo, dejando de despreciar las soluciones intermedias al aceptar más o menos la solución sindicalista como un peldaño inevitable. Por otro lado, vemos también que el individualismo casi recae en las falacias burguesas - todo esto, en un momento en el que las fechorías de la autoridad, el crecimiento de la intrusión del Estado, propician una ocasión inmejorable y un campo más amplio que nunca para una propaganda anarquista real y sincera-.

Se ha llegado a una situación en la que en el Congreso Comunista Anarquista Francés celebrado en París el año pasado, el individualismo fue continuamente estigmatizado y situado al margen del anarquismo por medio de una resolución formal. Si alguna vez se celebrase un congreso anarquista internacional en esta línea, respaldando una actitud similar, yo debería despedirme de todas las esperanzas depositadas en este tipo de anarquismo, al que consideraría sectario.

Con esto no intento ni defender ni combatir ni el comunismo ni el individualismo. Personalmente, veo muchos aspectos buenos en el comunismo; pero la idea de verlo generalizado sí provoca mis quejas. No debería gustarme comprometer mi futuro de antemano, y mucho menos el futuro de otros. La cuestión permanece completamente abierta para mi; la experiencia nos mostrará cuál de las posibilidades extremas y de las muchas intermedias será la mejor para cada ocasión, en cada momento. Quiero demasiado al anarquismo como para verlo ligado a una hipótesis económica, por muy convincente que dicha hipótesis pudiera parecer ahora. Las soluciones únicas nunca funcionarán, así que mientras todo el mundo sea libre para creer en sus valiosas ideas propias y para propagarlas, nadie debería sentir que es correcto difundirlas salvo en la forma de meras hipótesis; y todos sabemos que la literatura del anarquismo comunista e individualista está lejos de respetar esos límites: todos hemos pecado a este respecto.

Más arriba, he utilizado los términos “comunista” e “individualista” de forma general, con el objeto de mostrar el carácter inútil y desastroso de la exclusividad de una u otra sección entre los anarquistas. Si cualquier individualista hubiera dicho o hecho cosas absurdas (¿son los comunistas impecables?), el hecho de mostrarlas no supondría contradecirme. Todo lo que quiero es ver a todos los que se rebelan contra la autoridad trabajar en líneas de solidaridad general, en lugar de estar divididos en pequeñas capillas porque cada cual está convencido de que posee la solución económica correcta para el problema social. Para combatir la autoridad en el sistema capitalista y en el próximo sistema del Estado socialista, o del sindicalismo, o de ambos, o de los tres combinados, se requiere una inmensa ola de sentimiento anarquista real, incluso antes de considerar la cuestión de las soluciones económicas. Sólo hay que reconocer esto y se creará una gran esfera de solidaridad, que hará que el anarquismo comunista permanezca más fuerte y brille más ante el mundo de lo que lo hace ahora.

 
* * *
 

P.D. — Desde que escribí este artículo, he encontrado un antiguo panfleto anarquista francés, del que he traducido lo siguiente:
“Así, quienes se sientan con una disposición tal se unirán por la vida, los deberes y el trabajo en común, mientras que aquellos para quienes el mínimo acto de sumisión sería una ofensa permanecerán individualmente independientes. El verdadero principio [del anarquismo] está muy alejado de la demanda de un comunismo integral. Pero es evidente que muchos productores se unirán en beneficio de ciertos tipos de trabajo, disfrutando de las ventajas de la cooperación. Pero, lo digo una vez más, el comunismo nunca será un principio fundamental [en el sentido de algo único y obligatorio], dada la diversidad de nuestras facultades intelectuales, nuestras necesidades y nuestra voluntad”.

Esta cita (las aclaraciones entre corchetes son mías) está tomado de la página 72 de la que puede que sea una de las publicaciones anarquistas más escasas, que descubrí en un puesto de libros, diez días después de escribir el presente artículo: Philosophie de l’lnsoumission ou Pardon a Cain, par Felix P. (New York, 1854, iv. 74 pp., 12mo), que se traduce como La Filosofía de la No-Sumisión, el término que utiliza el autor para referirse a la anarquía. No sé quién era Félix P; aparentemente, uno de los pocos socialistas franceses, como Dejacque, Bellegarrigue, Coeurderoy y Claude Pelletier, a quienes las lecciones de 1848 y otras experiencias hicieron dar un audaz paso adelante y llegar al anarquismo de varias maneras e independientemente de Proudhon. En el pasaje citado, explica las cosas en pocas palabras, dejando un equilibrio nivelado entre las reivindicaciones del comunismo y del individualismo. Esto es exactamente lo que yo siento en 1914, sesenta años después. Las predilecciones personales de todos permanecerían inalterables e indemnes, pero se desterraría el exclusivismo, estando los dos principios vitales de la vida aliados, en lugar de mirándose con recelo.

 

(Traducido por Piluca Martínez Alonso)

 


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